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La Lucha Libre en el Cine mexicano

por Rubens Baldini Neto

“Víctima de esos procesos de fetichización, lo imaginario de la imagen es, por tanto, igualmente tributario de una dinámica del consumo que toma los caminos más diverso: modestas circulaciones de ofrendas, reparto de alimentos y bebidas, incienso, cirios y copla... o donativos suntuosos. Un consumo que permite, suscita y multiplica la intervención del grupo y del espectador sobre la imagen, rompiendo lo que, de otro modo, podría no ser más que una pasividad estática."1

 

       La lucha libre es absolutamente un fenómeno mexicano (¿moderno?)1. Un rito y teatro, según la socióloga italiana Tiziana Bertaccini en Ficción y realidad del héroe (interesante estudio sobre la lucha libre y la creación de héroes luchadores en el México Moderno). Un ritual donde un pueblo migrantes del campo a la ciudad está de vuelta con los antiguos rituales eminentemente rurales: un “rito que se desarrolla en la arena”.2

        La arena es el escenario de la lucha entre el bien y el mal, entre “los técnicos” y “los rudos”, entre el villano y el bueno. Por lo tanto, la lucha es un teatro, una forma artística que representa a vida cotidiana en gestos y “expresiones corporales codificados” materializa el doble sentido: un rito de flagelación y espectáculo para desahogar frustraciones y rabia reprimida. Las fiestas de los pueblos indígenas se convierten en la ciudad sofocante en la lucha libre. Así, este espectáculo se añade mientras las formas modernas de urbanidad mediatizada y a las formas arcaicas de sacramentación heroica.

       El fenómeno de Santo, el enmascarado de plata se ajusta perfectamente a la demanda social de un héroe mientras luchador y con una identidad desconocida. Por lo tanto, el misterio del personaje hace que sea más famoso y excitante su puesta en escena en la arena. Un héroe con pórtico chaparrito y frágil, incluso delante de sus oponentes, sólo puede funcionar sobre un símbolo más eficaz, que se apoya en las tradiciones culturales más arraigadas de una cultura centenaria. Por eso, Santo no es sólo el luchador enmascarado, sino un símbolo deificado, divinizado y sacralizado con su máscara para los asistentes asiduos de la lucha libre.

Por consiguiente, su relación con el Cine se produce fácilmente en la cultura de masas que se estaba desarrollando durante este período: un héroe de masas vinculado por un soporte de comunicación vuelto a las masas. Por eso, sus películas adquieren un carácter muy peculiar de una producción apresurada con temática horror y de la ciencia ficción combinadas con una narración de los superhéroes de los cómics.

1 GRUZINSKI, Serge. La guerra de las imágenes. De Cristóbal Colón a “Blade Runner” (1492-

2019) [1990] –IV. México, FCE, 1994, p. 147.
2- Quizás una Modernidad de una “cultura Hibrida”, para usar un término de Néstor García Canclini.
3- Op. cit., p. 80. O aún: “Para el público popular, a quien estaba destinada, es muy probable que desempeñara la función de rito liminal, vehículo del tránsito entre una cultura campesina tradicional y la nueva cultura urbana”. Idem, p.85.

 

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